El futuro de mi generación se encuentra ante un mar de dudas e incógnitas debido a las nuevas tecnologías y todas las repentinas adaptaciones al mundo digital, sumándole la automatización de todas las cosas cotidianas que esto supone y los pocos recursos creativos, que algunos poseen, para desenvolverse en la vida diaria.
Por un lado, nuestro futuro sí que parece tener peor condición que el que tuvo la generación de nuestros padres, ya que somos la consecuencia de la sobreprotección que ellos recibieron. La generación de nuestros abuelos, la que educó a nuestros progenitores, vivió las consecuencias de la posguerra y todo lo que aprendieron del sufrimiento vivido y las penurias pasadas, lo proyectaron en sus hijos, en nuestros padres, intentando que ellos no sufrieran tanto y, por tanto, sobreprotegiéndolos. Pues bien, nuestros padres, herederos de esa sobreprotección, nos la han transmitido a nosotros, la hemos heredados y hemos recibido una educación basada en intentar que suframos lo menos posible y por ello, han tendido a darnos siempre todo ‘masticado’. Esto ha provocado que nuestra generación se haya vuelto más cómoda y además, no haya desarrollado los recursos para poder enfrentarse a la vida de manera adecuada.
Por otro lado, la generación de nuestros padres no se enfrentó al gran problema y, a su misma vez, la gran ventaja de la tecnología. No obstante, desde mi punto de vista los avances tecnológicos nos van a perjudicar más que beneficiar, sobre todo en lo relativo a la automatización de los servicios, ya que esta está haciendo desaparecer muchos puestos de trabajo, y consiguiendo que los jóvenes, puedan realizar muchas tareas, sin apenas esfuerzo y conocimiento, creando así una generación basada en la vagancia.
En definitiva, a nuestra generación le espera un futuro más duro que a la generación de nuestros padres debido, sobre todo, a todas las comodidades a las que estamos acostumbrados, que nos ha convertido en personas con poca creatividad. Deberíamos empezar a concienciarnos de la suerte del contexto en el que hemos nacido y prepararnos para el futuro que nos espera, desarrollando la inventiva y la imaginación.
El futuro de mi generación se encuentra ante un mar de dudas e incógnitas debido a las nuevas tecnologías y todas las repentinas adaptaciones al mundo digital, sumándole la automatización de todas las cosas cotidianas que esto supone y los pocos recursos creativos, que algunos poseen, para desenvolverse en la vida diaria.
Por un lado, nuestro futuro sí que parece tener peor condición que el que tuvo la generación de nuestros padres, ya que somos la consecuencia de la sobreprotección que ellos recibieron. La generación de nuestros abuelos, la que educó a nuestros progenitores, vivió las consecuencias de la posguerra y todo lo que aprendieron del sufrimiento vivido y las penurias pasadas, lo proyectaron en sus hijos, en nuestros padres, intentando que ellos no sufrieran tanto y, por tanto, sobreprotegiéndolos. Pues bien, nuestros padres, herederos de esa sobreprotección, nos la han transmitido a nosotros, la hemos heredados y hemos recibido una educación basada en intentar que suframos lo menos posible y por ello, han tendido a darnos siempre todo ‘masticado’. Esto ha provocado que nuestra generación se haya vuelto más cómoda y además, no haya desarrollado los recursos para poder enfrentarse a la vida de manera adecuada.
Por otro lado, la generación de nuestros padres no se enfrentó al gran problema y, a su misma vez, la gran ventaja de la tecnología. No obstante, desde mi punto de vista los avances tecnológicos nos van a perjudicar más que beneficiar, sobre todo en lo relativo a la automatización de los servicios, ya que esta está haciendo desaparecer muchos puestos de trabajo, y consiguiendo que los jóvenes, puedan realizar muchas tareas, sin apenas esfuerzo y conocimiento, creando así una generación basada en la vagancia.
En definitiva, a nuestra generación le espera un futuro más duro que a la generación de nuestros padres debido, sobre todo, a todas las comodidades a las que estamos acostumbrados, que nos ha convertido en personas con poca creatividad. Deberíamos empezar a concienciarnos de la suerte del contexto en el que hemos nacido y prepararnos para el futuro que nos espera, desarrollando la inventiva y la imaginación.
Realizado por Eva Garrido, de 2º Bachillerato A