El matrimonio consiste en la unión de forma legal de dos personas, que se jura amor eterno, ya sea por la vía religiosa o la vía del juzgado, con la intención de juntar sus vidas para siempre y estar el uno para el otro en lo bueno y en lo malo. Tradicionalmente, esta actividad ha tenido un gran prestigio social, pero con el paso del tiempo, ha ido perdiendo importancia y reconocimiento por parte de la sociedad.
Por un lado, el matrimonio es una institución que ha perdido ese reconocimiento social porque muchas personas consideran que realizar este compromiso es una pérdida de tiempo y dinero, ya que no hace falta preparar un evento, ya sea derrochando mucho dinero o realizando una simple ceremonia, para celebrar y firmar tu amor hacia una persona: este debe ser demostrado y reflejado en el día a día y en la intimidad de la pareja.
Igualmente, desde mi punto de vista, el matrimonio ha perdido ese prestigio otorgado por ciertos sectores de la sociedad, porque, tradicionalmente (y todavía existe, desgraciadamente, en algunos países subdesarrollado) el matrimonio se realizaba para unir a dos familias, es decir, era un acto de compromiso previamente acordado, sin tener en cuenta los sentimientos de las personas que se iban a unir en el altar. Además, normalmente, era un acontecimiento en el que la mujer podía quedar en un segundo plano e incluso, podía ser tratada como mercancía.
En resumen, creo que, actualmente, la institución del matrimonio ha perdido importancia, ha perdido el reconocimiento con el que contaba en una tradición, debido a que la sociedad lo considera, hoy en día, más bien un acto conmemorativo y derrochador, un motivo de fiesta y celebración, si más, frente a décadas anteriores, que se tenía otra concepción más tradicional, religiosa y quizás, sentimental del matrimonio.
Realizado por Sandra Pacheco, de 2º de Bachillerato B