Hoy en día, el ser humano tiene como objetivo viajar y conocer todo el mundo. Esto es un hecho que no solo genera motivación de conseguir las metas que cada uno se propone, sino, puede, en muchos casos, enriquecernos como persona.
Por un lado, los viajes no son algo fundamental en nuestro día a día, pues no es una necesidad básica como dormir o comer. Como sabemos, los viajes pueden hacerse de mil forma distinta, un claro ejemplo, es el típico viaje de alumnos, en el cual, los alumnos y alumnas van más pensando en los cotilleos y las charlas con sus amigos y amigas, en el disfrutar con alcohol y en las noches que tienen que aguantar despiertos para no perderse ni una anécdota que en la propia visita del viaje echando así a un lado, su enriquecimiento cultural, pues no observan su alrededor en las guías o programas pagados de forma que no salen de su zona de confort pues están haciendo exactamente lo mismo que hacen en su día a día pero en un lugar distinto del país.
Sin embargo, esto no es siempre así, pues al igual que existen viajes de estudio, también existen viajes propios, en los cuales nosotros somos los que decidimos a dónde vamos y con quién vamos, lo que elegimos las guías y los programas. Un ejemplo es, un voluntariado, el cual hacemos con el objetivo de aprender otras culturas, ayudándonos en mucho caso a mejorar como persona y enriquecernos como ser humano pues este es un acto que realizamos no solo para beneficiarnos nosotros sino que también, para culturizar a otras personas de nuestra forma de vida. De esta forma, al hacer un aprendizaje mutuo, no solo creamos conexiones con diferentes personas del mundo, sino que además, nos ayuda a conocernos a nosotros mismos.
En conclusión, aunque existen viajes, como en el caso de los “viajes de estudio” en los que las jóvenes no suelen aprender nada, pues depende de la etapa y el punto de la vida en el que se encuentre, a medida que vamos creciendo, vamos viajando con el objetivo de conocer, enriquecernos y sobre todo, vivir.