Desde siempre, las sociedades han estado organizadas de tal forma que hubiese siempre alguien al mando, de manera que pudiese imponerse y lograr el orden y la justicia. Hoy en día, la mayoría de países se rigen por la democracia, iniciada ya en la antigua Grecia donde el pueblo elegía quién quería que le gobernase. No obstante, unas veces, este sistema político se aplica de manera correcta y otras veces no.
El pueblo, gracias a la democracia, tiene la capacidad de elegir en quién debe confiar para cederle el mando y así gobernar correctamente. Además, los partidos, en unas elecciones, deben saber qué es lo mejor para ese pueblo que lo vota. En la actualidad, hay países en los que se aplica el sistema democrático debidamente y los partidos buscan el bien de sus gentes, como Finlandia, donde el avance social permite el acuerdo entre el pueblo y el gobernador y se considera que es uno de los mejores países y con mejor sistema político.
No obstante, la democracia tiene sus defectos, pues la demagogia política es un problema que se ha dado siempre en la historia. En estos casos, los candidatos ofrecen propuestas que saben que no van a cumplir, simplemente, para ganarse el favor y el voto del pueblo y ascender al cargo. El caso más cercano que tenemos es la propia España, con la dictadura franquista en el año 1935 hasta 1975, donde Franco, aprovechando la profunda crisis en la que estaba sumergido el país, propuso múltiples ofertas ganándose así el favor del pueblo e iniciando su régimen dictatorial.
En conclusión, el pueblo, con un sistema democrático, puede elegir a su gobernador convenientemente según sus necesidades y confiando en él. Sin embargo, el hecho de que los candidatos mientan respecto a sus propuestas, hace que esa elección se complique. Es necesario que la confianza del pueblo en el gobierno no se vea nunca afectada por lo que es urgente, en la actualidad, que nuestros políticos sean honestos y cumplan con sus promesas siempre.
Realizado por Marwa Laanayat, de 2º Bachillerato C.
