El matrimonio es la unión eterna de dos almas que se juran amor, protección y lealtad. Una costumbre sobre todo popular para los cristianos. Para muchos, esta tradición es sagrada y por la que todo el mundo debe pasar; y para otros, sin embargo, es una ‘chorrada’ que hacían nuestros abuelos y ese momento de atención que la gente quiere en sus vidas. Puede gustarte o no una boda, pero algo que no podemos negar es que cada vez menos gente se casa por la Iglesia, siendo este su origen inicial.
Por un lado, muchos jóvenes tienen la ilusión de pasar por el altar, formar la fiesta del año y plasmar su amor por otra persona en un papel. Son estos los jóvenes que no han perdido la fe en el amor y en poder celebrarlo. Realizan una ceremonia religiosa o civil y sienten entusiasmo en unir sus almas mediante ese acto. Otros muchos más jóvenes, lo hacen solo por la aprobación de sus familias y amigos, ya que suena más elegante y formal llamar «esposa» que «novia» a tu pareja.
No obstante, existe otra parte de la juventud que no piensa lo mismo sobre el matrimonio, no ven que el amor hacia otra persona tenga que estar firmado en un papel y haya que celebrarlo en un día, sino que el amor a tu pareja hay que celebrarlo todos los días del año y estar agradecido por poder tener a alguien con quien compartir el resto de tu vida. A este tipo de jóvenes, no les importa que un matrimonio les señale por la calle por tener hijos y no llevar una alianza en su dedo anular, porque, probablemente, esa familia sea más feliz que ese matrimonio que dedica su tiempo a opinar y juzgar a los demás.
En conclusión, el matrimonio ya no es lo que era, los jóvenes de hoy en día prefieren amarse de verdad sin ataduras, sin tener la obligación de ir a firmar un papel delante de sus amigos y pareja. Ha perdido el prestigio y la simbología que ha tenido durante los siglos atrás, que en muchos casos era solo un acto para aparentar, una tapadera de críticas.
Realizado por Martina Bueno, de 2º Bachillerato B