A lo largo de nuestra vida, vemos diferentes lugares, por medio de la televisión, internet…a los que nos gustaría ir y visitar. Pero, ¿esto nos enriquece positivamente?

Por un lado, viajar y visitar, por ejemplo, Nueva York, nos permite conocer la cultura de allí, su comida típica, así como los monumentos más destacados. Concretamente, en Nueva York, podríamos ver la Estatua de la Libertad, visitar el barrio chino, dar un paseo en bicicleta por Central Park, entre otros lugares. De esta manera, no solo estamos viajando, sino que estamos conociendo la historia de otra ciudad o país, sus gentes, sus tradiciones.

No obstante, visitar un lugar y enamorarnos de su cultura, no implica que tengamos o queramos cambiar la cultura del nuestro. Esto lo podemos ver en un ejemplo claro con celebración típica de EEUU del día de Halloween. Esta tradición de salir disfrazados de muertos vivientes, traída de allí, cada vez se está implantando más en España y se está perdiendo la nuestra, que es ir al cementerio a poner flores a nuestro familiares o seres queridos fallecidos. En este caso, aunque aprender de las culturas de los demás sea enriquecedor, creo no es necesario que tengamos que sustituirlas por las nuestras, como está pasando en este caso.

En conclusión, viajar nos permite conocer otros lugares, así como envolvernos en su situación política, su historia, su música, su gastronomía, enriqueciéndonos como personas. No obstante, creo que todo lo aprendido en los viajes, habría que sumarlo a nuestra propia idiosincrasia, de manera que el conocimiento adquirido sirva para beneficiar no solo a nuestra cultura, sino también a nuestro propio ser.

Realizada por Paula Guerrero, de 2º Bachillerato C

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