Todos hemos viajado alguna vez en nuestra vida, ya sea dentro de nuestra propia ciudad, por motivos de negocios o hemos realizado un viaje internacional para tomar unas vacaciones junto a tus seres queridos. Hemos sentido distintas emociones ante un viaje, tal vez nos ha ilusionado, tal vez lo hemos encontrado aburrido, tal vez era la escapada que justamente necesitas para relajarte, pero nunca nos ponemos a pensar si aprendemos algún tipo de conocimiento cuando viajamos.
Por un lado, creo que es esencial y, sobre todo, muy cómodo, tener o contratar un guía cuando realizamos nuestros viajes, ya que, sin él, no podremos aprender los conocimientos del lugar activamente: los datos curiosos sobre su cultura, donde están los lugares más famosos de la ciudad, cuál es su historia, quién fue el que le puso nombre al país, cuándo se hizo la bandera, cuánta gente vive allí… Todo esto nos lo puede comentar alguien que tenga conocimientos al respecto y a través de él, obtener todo ese conocimiento que nos puede enriquecer mucho.
Sin embargo, también creo que no siempre es necesario que debamos aprender de forma activa en nuestros viajes para enriquecernos, ya que con el simple hecho de viajar, de trasladarte a un lugar distinto al que estamos acostumbrados vivir, nos podemos enriquecer, por descubrimiento propio y espontáneo de su cultura, de su gente, de sus localidades, de sus costumbres, de su idioma, de su comida. Tan solo con mirarlos, estar rodeados e interactuar con ellos, con esas gentes que habitan en ese lugar desconocido al que hemos llegado, ya es suficiente para afirmar que hemos aprendido.
En conclusión, la forma de ser del ser humano provoca que de forma indirecta aprendemos a enriquecernos en cada viaje que realizamos, ya que se queda en nuestro subconsciente una parte del lugar que hemos visitado y eso provoca que esperamos con muchas ansias poder trasladarnos nuevamente a otra parte del mundo para descubrir nuevas maravillas desconocidas y alimentar nuestra mente con más conocimiento y experiencias.
Realizado por Sara Jaghafi Massaoudi, de 2º de Bachillerato C
