Los humanos estamos hechos de experiencias y recuerdos. Estos últimos, aunque no lo parezcan, son muy importantes y afectan en nuestra formación como persona, condicionan cómo nos comportamos en la actualidad y cómo podemos comportarnos en el futuro.

Por un lado, desde mi punto de vista, estoy convencida de que es muy probable que los recuerdos afecten a nuestro comportamiento. Si hemos tenido buenas vivencias y bonitas experiencias a lo largo de nuestra vida, lo más lógico es que, al recordarlas, adquiramos las buenas actitudes de esos momentos y las apliquemos a nuestra forma de ser actual o futura. No obstante, si esas experiencias son malas, quizás tomemos lo negativo de las mismas. Por ejemplo, si un niño crece en un entorno lleno de violencia y peleas, quizás, durante el resto de su vida, actúe con una actitud inclinada a la agresividad hacia los demás.

Sin embargo, en cierta medida, nosotros somos capaces de decidir cómo nuestros recuerdos afectan a nuestra forma de ser. De este modo, a pesar de haber crecido en ciertas circunstancias, nosotros debemos de ser capaces de ver si ese comportamiento es bueno o malo y, al niño que ha vivido rodeado de disputas y violencia. Este, al crecer puede darse cuenta de lo perjudicial que la crueldad y decidir si esas malas actitudes, que claramente son negativas, lo van a afectar o, por el contrario, puede cambiarlas y combatirlas.

En definitiva, creo que en nuestras manos está la elección de si nuestros recuerdos van a afectar a nuestro comportamiento actual o futuro. El ser humano tiene la capacidad de reconocer lo que le puede afectar negativamente y o lo que le puede afectar de manera positiva, aprender de los errores del pasado y poder transformarlos. La cuestión es que sea consciente y tenga la voluntad de hacerlo.

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí